Dependencia emocional
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Las relaciones de pareja pueden generar mucho sufrimiento cuando el amor, el respeto, el compromiso y la complicidad se convierten en inseguridad, celos y miedo a la soledad. Cuando se deja de ser un ente individual para convertirse en un apéndice del otro se rompe la fina línea divisoria entre lo sano y lo insano.
La dependencia se puede dar en todos los ámbitos, trabajo, familia, amigos, pareja y cosas.
La dependencia es apego y el apego adicción. Con el paso del tiempo, esa relación enfermiza se torna un problema de control.
En nuestra cultura existen muchas ideas y creencias distorsionadas sobre el amor que pasan de padres a hijos, de una a otra generación. Creencias que no nos atrevemos a poner en tela de juicio ni revisamos, cometiendo una y otra vez el mismo error.
Literatura, cine y televisión abundan sobre el tema introduciéndonos en un círculo vicioso difícil de romper.
Todo el mundo sabe lo que es tener adicción a una droga, al tabaco o al juego; es, básicamente, lo mismo que depender emocionalmente de una persona, de la pareja.
La persona que se siente apegada a otra no está preparada para la pérdida sino que tiene a reforzar las cadenas que le convierten en un anexo del otro, comenzando una fase de despersonalización lenta y agónica hasta el punto de perder toda referencia de sí misma como persona, como individuo.
El amor sano es, también, digno y autónomo; se puede amar sin que medie la autodestrucción.
Se puede amar a otro sin anularse, sin desdibujarse, promoviendo la riqueza personal en uno mismo y en el otro.
Se trata de integración no de sumisión; de lograr la conjunción de dos personas autónomas sin convertirse en el otro renunciando a uno mismo, obviando las necesidades propias y su idiosincrasia particular.
Como dijo el psicólogo estadounidense Erich Fromm: " El amor solo empieza cuando amamos a quién no necesitamos para nuestros fines personales ".