Evaluación de riesgos: tres recomendaciones importantes
La evaluación de riesgos laborales es una de las herramientas fundamentales para una adecuada gestión preventiva en la empresa. Su objetivo es el de identificar los riesgos existentes, recabando la información necesaria para decidir qué medidas preventivas son las más adecuadas.
¿Cuándo debe hacerse una evaluación de riesgos y quién debe hacerla?
Como norma general, las empresas deben en primer lugar intentar evitar todos los riesgos. Si esto no es posible (lo que ocurre con frecuencia), entonces, se procede a la evaluación propiamente dicha. Esta evaluación debe repetirse cuando: - Se produzca un daño para la salud de los trabajadores que ponga de manifiesto que las medidas preventivas son insuficientes. - Cambien las condiciones de trabajo (nuevos equipos o procedimientos, nuevos trabajadores con estado físico más sensible, etc.) - Así esté acordado en el convenio colectivo de aplicación o en una norma legal. Respecto a quién debe hacer la evaluación, y aunque la responsabilidad de que esté hecha es siempre del empresario, en concreto la persona que la realice debe ser un técnico competente con formación en prevención de riesgos y que conozca el funcionamiento general de la empresa, los centros de trabajo, las actividades, etc. En todo caso, es importante que para ello cuente con la participación de los trabajadores, como personas que mejor conocen el día a día de su trabajo.
Tres recomendaciones importantes
A la hora de realizar la evaluación de riesgos, es muy importante tener en cuenta los siguientes aspectos: 1. El método utilizado debe ser fiable y válido, con un procedimiento detallado que recoja las distintas fases de aplicación. En algunos casos, este método vendrá definido por la legislación, pero en muchos otros casos será necesario recurrir por ejemplo a recomendaciones y guías de organismos de referencia o a otras normas técnicas. 2. El alcance de la evaluación debe ser lo más completo posible. Ha de incluir a la totalidad de los puestos de trabajo, a todos los trabajadores (especialmente si pueden tener alguna sensibilidad especial), a la totalidad de los centros de trabajo, de las actividades que desarrolle la empresa, de los productos químicos y de los equipos de trabajo que se utilicen, etc. En este sentido, es importante que todos los riesgos queden recogidos por la evaluación. Un error muy común es olvidar, por ejemplo, los riesgos psicosociales. 3. Por último, las conclusiones deben ser válidas, personalizadas y útiles para la empresa. Deben permitir tomar decisiones concretas que sean de utilidad preventiva para la organización. No sirve de nada una evaluación impecable desde el punto de vista metodológico y muy exhaustiva, si luego no llega a conclusiones realmente prácticas y viables.