Tres ensayos destacables de Luis Alberto de Cuenca
Luis Alberto de Cuenca nació en Madrid en 1950. Es uno de los poetas más destacados de su generación. Cultiva tanto formas clásicas como modernas, y ha evolucionando hacia fórmulas personales que le han valido el reconocimiento de la crítica literaria. Estos son tres de sus mejores ensayos.
Necesidad del mito
El país que no tiene leyendas, dice el poeta, está condenado a morir de frío. Pero el pueblo que no tuviera mitos, dice Georges Dumézil, estaría ya muerto. Necesitamos los mitos, pues, para seguir estando vivos.
Este libro nos habla de esa necesidad, y de la presencia en nuestra sociedad de los grandes mitos de siempre. El mito es la palabra con mayúscula y tiene la facultad de regir la vida y la conducta del pueblo que la pronuncia.
Conocer los mitos es poseer la llave que revela el contenido de la habitación del mundo, el secreto original de las cosas.
Noveno arte
Con Noveno Arte, el poeta y ensayista madrileño Luis Alberto de Cuenca recopila toda su amplia producción teórica sobre el género de la historieta, los tebeos y sus aledaños. Y lo hace con gran riqueza expositiva, abundante teoría datográfica, y un estilo literario de honda finura. Veinte años de labor incansable, de 1990 a la actualidad, que marca el necesario punto de unión entre el aficionado y el estudioso e investigador de un medio que goza de tan fecunda como renovada vida intelectual. El libro está acompañado de más de 300 ilustraciones comentadas que sirven de apoyo a esta obra singular.
De Gilgamés a Francisco Nieva
El lector podrá encontrar diecinueve ofertas de la mejor literatura fantástica de todos los tiempos que ha seleccionado con placer y un criterio absolutamente personal Luis Alberto de Cuenca, quien muestra su predilección por autores tan alejados de las modas como Marcel Schow y Francisco Nieva y por la literatura anglosajona, sin olvidar los orígenes de la literatura fantástica en las aventuras de Gilgamés, rey de Uruk (al sur del actual Irak), personaje histórico que vivió hacia 2500 a. de C., cuyo cantar es una inquietante meditación acerca de la necesidad de la muerte y de la vanidad de los esfuerzos humanos para evitar lo inevitable.