Trucos para escribir monólogos cómicos
El monólogo, un espectáculo que se ha extendido desde hace relativamente poco, muy exitoso entre los países anglosajones y que en España solo se había presenciado en series de televisión o películas.
¿Qué es ser un monologuista?
Ante todo, los monologuistas no son actores, sino humoristas que cuentan sus historias. Tampoco es alguien que se limita a encadenar situaciones graciosas. Un monologuista no inventa personajes exóticos o situaciones desorbitadas, sino que narra hechos cercanos, habituales pero con una nueva perspectiva. En un show todo es importante, desde la elección de las palabras hasta los gestos que se hagan para acompañarlas. Es importante, como en toda faceta literaria, ser muy observador y estar muy atento a todo lo que nos rodea. Un buen narrador de monólogos no es solo el más simpático sobre el escenario, sino quien además tiene algo interesante que contar.
Claves para escribir un buen monólogo
Lo primero de todo es escoger el tema para el monólogo. Una buena estrategia es elegir una idea compartida por el mayor número de personas posible, de manera que el espectador se sienta identificado y así conseguir que les enganche más la historia.
Hay que tener en cuenta que en la mayoría de programas de televisión se utilizan temas o personajes de actualidad, para así satirizarlos o verlos desde una perspectiva cómica, consiguiendo así, conectar con el público.
Otro buen sistema utilizados por los cómicos es la exageración. No hay máximo en lo exageradas que pueden ser las comparaciones. Se puede llevar al límite, ya que la única norma para la exageración es que resulte graciosa.
Otro recurso es la rima. Hay que tener cuidado con ellas; el objetivo es hacer reír y aunque la rima ayuda en algunos casos, no es aconsejable utilizarla en exceso y restar importancia y espacio a los chistes.
Para comprobar que el texto es gracioso, hay que leerlo en voz alta con tranquilidad y si hace sonreír, es que funciona.
Si resulta demasiado largo o espeso reducirlo es la mejor opción.
Reescribirlo es parte del trabajo. En ocasiones hay que dejar fuera gags o ideas que resultaban geniales, pero hay que pensar en el monólogo como en un producto. Estar atento al público y ver qué partes funcionan y cuales no.
Al principio puede resultar difícil pero no hay que dejar de escribir; modificar, repasar y afinar los gags o bromas que aparecen en el texto con el fin de perfeccionarlo. Con el tiempo se puede llegar a obtener un espectáculo como salido de la mismísima Paramount.